Cuchillos y pomelos

Estaba pelando un pomelo con la intención de comerlo. Luchaba con su cáscara amarilla y dura. Lograba hacer el primer tajo y veía su entrepiel blanca. Mi madre estaba sentada enfrente de mí, del otro lado de una mesa blanca donde no había otro plato más que el mío, que era transparente, ni otro cubierto que el cuchillo que tenía en mi mano. Mi madre no comía, hablaba. Me contaba lo sucedido en los últimos días con mi abuela, su madre. La habían internado para operarla del corazón. Después de la operación mi abuela había quedado internada con el corazón unido por las arterias y venas correspondientes, pero ubicado del lado de afuera de su cuerpo. Mientras escuchaba a mi madre seguía peleando con el pomelo, con torpeza, porque tenía miedo de cortarme. No entendía bien sus palabras, me parecía que mi abuela no podía estar con el corazón al aire. Me imaginaba que aunque mi madre me ahorraba el detalle mi abuela debía de tener el pecho vendado y el corazón protegido bajo las vendas. Veía a mi abuela de buen humor en el hospital, sonriente. Mi madre me relataba día por día su evolución. Cada tanto intercalaba la frase “ni siquiera entonces tu abuela agradeció”, que yo no entendía, porque no imaginaba a mi abuela desagradecida ni veía qué era lo que tenía que agradecer. Mi madre llegó en su relato al día anterior a la charla que estábamos teniendo y con la misma calma con la que venía hablando me dijo “fue así como tu abuela murió”. Yo no escuché bien, miré a mi madre y le pregunté “¿cómo?”. Mi madre repitió la misma frase. Por segunda vez no entendí (o no quise entender) y repetí “¿cómo?”. Por tercera vez mi madre repitió la misma frase. Entonces entendí, abandoné el pomelo, cubrí mi cara con mis manos y lloré, lloré, mientras una piedra crecía en mi pecho.

Me ha pasado otras veces soñar que mis abuelos se están muriendo. Aunque en el sueño me angustio, al despertar pienso que son sueños de deseo, porque si mis abuelos se están muriendo quiere decir que todavía no están muertos, cosa que no es real. Lo sorprendente de este sueño es que mi abuela tuvo una muerte muy diferente a la que le soñé. Jamás fue operada del corazón, ni estuvo internada; murió secamente, sin dolor ni conciencia. Sin agonía. Había hablado por teléfono con mi madre como todas las tardes. Un par de horas después mi tío entró en la casa de ella y la encontró en el piso. La imagen del corazón del lado de afuera de mi abuela viva parece más un cuadro de Frida Kahlo que algo que haya pasado en mi familia. Lo mismo que la calma imperturbable de mi madre, la mesa blanca, el cuarto vacío, y mi intento de pelar un pomelo, ya que jamás los pelo para comerlos: los corto por la mitad y como sus gajos con azúcar y cucharita.

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