para Vera Loscuro
Pasta de papel, madera y aserrín para rellenar las vigas. Separo lo que se come de lo que se pudre. Las hormigas dan sabor. Los pies secos, la cabeza fría. Las manos con barro. La lana sobre la piel, no; primero papel. Lo que se come se guarda, no mucho tiempo. Lo que camina, lejos. Las ratas muerden la sangre, no la orina. El moho cura la piel. Piolines, cuerdas, cordeles, alrededor de la muñeca, del tobillo. Lo que cae lo reviso, algo hay. Separo lo bueno, alejo lo malo. Todo sirve. Hongos de la humedad. Termitas. Tapar los agujeros; cuando se juntan, matan. Si no lo como se descompone. Como lo que no comen. Si no lo como me lo comen. El barro limpia. La luz mata. El agua pudre. Sin fuego. Cenizas renacen. Piojos, pulgas, chinches, evitarlas. Arañas buenas, telarañas sobre piel detienen la sangre, desinflaman. Arañas machacadas curan fiebre. Caracoles hervidos curan hernias. Orina cura úlceras. Excrementos de ratón hacen crecer el pelo. Cerebro de gato frotado contra garganta alivia, cura fiebre. Saliva de hombre en ayunas mata áspides. Huesos de hombre triturados curan convulsiones. La verbena dice si un hombre morirá, también enamora. Lavo los cuerpos, amortajo, expurgo, se van livianos. Envuelvo con vendas. Cuento los huesos. Canto los días. Peso las almas. Las vísceras a los buitres. Los ojos a las golondrinas. Cruzan el río. Beben el agua, olvidan. Hundo los remos. Marco el compás. Doy manzana, la muerden. Crecen gusanos. Enciendo las velas. Cuentan los días. Llenan papeles. Marco las horas. Lloro por todos. Guadaño cosechas. Separo paja del trigo. Cierro los ojos. Por las bocas escapan mariposas blancas. En boca cerrada no entran. Cubro con caracoles. Al tercer día se van. Ventanas y puertas abiertas para que salgan. Del otro lado del río, enterrados lejos para que no puedan volver. Quemo sus pertenencias, no los nombro. Son moscas, mariposas, pájaros, armiños, lobos, zorros. Nos rodean, nos aconsejan, nos guían. Nos hacen trampa, exigen nuestro dolor, pueden matar. Lamento, lloro, deploro, arranco mis cabellos, lacero mi cuerpo. Una falange menos por cada uno. Itel com tu es itel fui. Tal como eres yo fui, tal como soy tú serás. L’anaou, l’Ankou. Cruceiro. Están en los caminos, en los lugares abiertos, en las encrucijadas, en los bosques, en los peñascos, en los glaciares, salen de noche en hordas infernales. Por San Adrián, San Cristóbal, Santa Bárbara y la Virgen de los siete dolores: de morte repentina libera nos Domine. Ars moriendi. Benandanti. Funebre carmen. Lejos, que no bailen conmigo la danza macabra, que no jueguen al ajedrez. Memento mori. Máscara mortuoria. Larva, masca, maschera, maske, mask. Mixquic. Fiesta de los muertos. Cráneos de azúcar rosa. Velas ardiendo durante días. Mictlantecuhtli, Mictecaihuatl. Cuchillos de obsidiana para el sacrificio. Son búhos, arañas. Les doy tamales, mole. Zenpazuchitl. Nos visitan en el plenilunio del séptimo mes. Con la oreja en la tierra escucho sus gritos. Levantan las tapas de las marmitas de los infiernos. Son peligrosos, arrasan a su paso. Mu-en botoke. Limpio los caminos de la hierba del verano para que puedan regresar los buenos consejeros. Enciendo fogatas para que vengan: mukae-bi. Felices fiestas. Comemos juntos pescado. Hago monturas de pepino. Cantamos sûtras. Enciendo fogatas para que se vayan: okuri-bi. Dejo en las orillas cestas con ofrendas, barcos de paja, figuritas de paja en parejas, linternas encendidas. Gracias por venir. No vuelvan demasiado pronto. Todo lo que está de pie se acostará. El collar de la muerte no rechaza ningún cuello. El agua no rehúsa disolver ningún cristal de sal, por grande que sea. El bien descenderá al mundo de los muertos. Existen, comen, beben, aman, odian, responden nuestras preguntas, fecundan nuestras mujeres, fertilizan los campos y los animales. A la orilla del río veo los cadáveres pasar. Incinerados hasta que sólo quedan cenizas, huesos calcinados, brasas. El primogénito enciende el fuego. Recojo los restos y los tiro al río. ¡Hi mulo! Nuestros cuerpos deben descansar sobre la tierra tal como estábamos cuando nos teníamos en pie. Velamos tres días y tres noches. Los hombres no se afeitan, las mujeres no cocinan. Los hombres tocan el violín, las mujeres lloran violentamente. Quemamos todas sus pertenencias o las vendemos a quienes no son como nosotros. No los nombramos nunca más. Mientras se pudren me amenazan. Se quieren vengar de mí porque sigo viva. Por fin se apaciguan. Sus huesos blancos, pulcros, limpios, se reconcilian conmigo. Voy a vivir, voy a vivir. Voy a crecer, voy a crecer. Voy a despertar en paz, no me voy a pudrir, mis entrañas no van a descomponerse, no voy a sufrir ningún defecto, mis ojos no van a quedar vacíos, los rasgos de mi rostro no van a desaparecer, mis oídos no van a ensordecer, mi cabeza no será separada de mi cuello, mi lengua no será llevada lejos, mi cabello no será cortado, mis cejas no serán rasuradas, ninguna afrenta me tocará. Mi cuerpo será restituido, no decaerá ni será destruido sobre esta tierra. Soy el fuego, el hijo del fuego, a quien fue dada su cabeza antes de ser cortada. Yo me tejí a mí mismo, me hice entero y completo, renové mi juventud, soy el amo de la eternidad. Homenaje a mí, gobernador de los hombres y mujeres que volverán a nacer.
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